miércoles, julio 01, 2009

PARA EL PUEBLO QUE LO MIRA POR TV

por Ignacio Copani

Mi mamá no tiene ni idea de quién es Ricardo Forster.

Carta Abierta para ella es una hoja desplegada con muchas letras o a
lo sumo un naipe al descubierto.

No tiene ni idea mi vieja de la existencia de los Planes de Desarrollo
Social que se llevan a cabo hace años, como el Plan de Seguridad
Alimentaria, el Plan Ahí, el Plan Nacional de Familias o el Plan de
Deportes.

Pero sabe que Francisco tiene un Plan.

Mi nietito, que todavía no va al colegio primario, es muy
inteligente.... Por lo que le enseñamos en casa, reconoce letras,
banderas de países, músicas que no figuran en los rankings, camisetas
de equipos de futbol, plantas y animales de la selva.

Por lo que no le enseñamos pero es imposible ocultar, también conoce a
Spiderman, a los villanos de los video juegos, canciones de moda,
marcas de golosinas y las caras de Macri y de De Narvaez.

Con la misma inocencia que responde a la pregunta, ¿de qué cuadro sos?
con un orgulloso ¨de River y de Argentina¨ , si le decís ¨alica¨ te
contestará ¨alicate¨.

Entonces, si en la reciente elección no conseguimos los resultados que
deseábamos y ha quedado consagrado un personaje que hace unos meses
era desconocido... ¿¿¿qué es lo que no logramos de manera eficaz???:
COMUNICAR.

Y no fue por falta de ideas o propuestas para comunicar.

No fue por falta de esfuerzo en comunicar.

Como nunca antes, desde el regreso de la democracia, he visto un
fervor militante conmovedor. Se ha roto el alma cada compañero
comprometido con las ideas del campo popular, para hacer escuchar su
grito en las calles, en los actos, en la discusión, en cada barrio, en
cada casa y hasta en el espacio virtual con correos, blogs, sitios,
etc.

Los candidatos deben estar exhaustos luego del maratón de caminatas,
caravanas, manifestaciones, charlas, debates, discursos, saludos y
peleas.

Pero no logramos ¨medir¨ en los grandes medios de comunicación. Medios
que, por cierto, le deben una gran disculpa al pueblo argentino por
las insinuaciones de fraude y además por su inocultable y en muchos
casos, obscena parcialidad.

Esos medios reclaman nuestra Autocrítica.

Pues bien, la mayor Autocrítica que debemos hacernos, es que nosotros
poseemos herramientas para comunicar (canal de televisión y entes de
cultura) y no logramos desde allí transmitir la mínima mística de
nuestra ideología ni la mínima información con los formatos adecuados
para que mi madre y mi nieto miren desde otros miradores.

Anoche, con el pecho estrujado por la desazón, luego de ver a Néstor
Kirchner confirmando el resultado de la votación, puse Canal 7, y
estaba... Riverito anunciando el pozo y recontrapozo vacante de la
lotería!!!

Esta mañana, en la primer búsqueda de los necesarios abrazos
compañeros para intentar arrancar de vuelta, también puse Canal 7....
y había títeres.

Debo reconocer que la función de títeres era más divertida e
instructiva que el partido de basquet femenino que transmitían en
horario central el día que había cuatrocientos cortes de rutas
simultáneos en los tiempos de furia de las patronales rurales.

He sintonizado ese canal en búsqueda de aire fresco cuando en cientos
de noches he visto prácticamente en cadena nacional cómo, sin ningún
pudor, los programas de periodismo político y su elenco estable de
invitados vomitaban su odio al gobierno popular... y no encontré aire
fresco, más bien encontré repeticiones de documentales de la gacela
acosada por el leopardo o de la vida de los insectos en Oceanía.

Ese aire fresco que pretendo respirar no es con un canal de televisión
que sea barrabrava oficialista. Es con un espacio que muestre (todo el
tiempo) a nuestros pensadores, a los de hoy, a nuestros mejores
dirigentes, periodistas, artistas y comunicadores. Que ponga ideas
sobre la mesa, las nuestras y las verdaderas ideas que escondieron los
adalides del marketing (y que a veces se les escapan sin querer, como
la idea de reprivatizar o de volver al FMI)

Es cierto que hay honrosas excepciones en la programación de la
televisión pública. Como es más cierto que con eso no alcanza.

Tenemos los medios, tenemos las herramientas. Porqué no usarlas para
comunicar, más aun cuando nos vienen destrozando la honra y las
ilusiones.

Porqué no pedir que nuestros entes de cultura nacionales y
provinciales se embarren y dejen de ser nichos petiteros, llenos de
gente más conmovida por las estéticas elitistas o los lugares comunes
de nuestra vapuleada identidad, que por la urgente necesidad de ayudar
a moldear un pensamiento libertario, de pueblo, de garra y de fe en el
futuro.

En los días de campaña, me han llamado de innumerables entidades.
Concurrí a todos los eventos que pude. Con orgullo he subido a grandes
escenarios y a improvisadas tarimas a contar y a cantar mi esperanza
de vivir en un país mejor.

Nadie me llamó desde la dirección de la Secretaría de Cultura de la
Nación ni del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. Y no
me molesta que no me llamen como cantautor, ellos tendrán sus
gustos... Me duele que no me hayan llamado ni de público para
concurrir a un concierto que temple más mi aguante, a una muestra que
me conmueva con una foto o una pintura que describa el linaje de las
luchas populares que heredamos, o a una charla que me ofrezca más
conocimiento o a un acto que me entregue argumentos para defender
mejor nuestros proyectos o a la inauguración de un espacio cultural
frente a un asentamiento o al debut de una orquesta popular integrada
por ex pibes de la calle.

En este rubro también y por suerte, hay honrosas excepciones, pero
tienen que ver simplemente con el impulso local y la decisión de algún
buen funcionario que pueda tener el ente cultural de determinado lugar
y no con una política aguerrida a nivel territorial.

Hoy es un día después del resultado no deseado. No estamos derrotados.
Y todavía estamos a tiempo de sumar al sacrificio militante, la
inteligencia y el coraje para utilizar las herramientas y los medios
necesarios que nos ayuden a llegar a nuestro irrenunciable destino de
victoria.

Recién entonces mi mamá sabrá que el joven filósofo Ricardo Forster
tiene mejores cosas para contarle que Carozo y Narizota.

Ignacio Copani

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